Mi propia experiencia escolar
Cuando me preguntan acerca de mi experiencia como estudiante se me viene a la mente, primero, mi educación primaria, y luego, cuando nos castigaban poniéndonos de “florero”. Esto consistía en pararse al lado del pizarrón mirando en dirección a la pared mientras transcurría la clase. Algo similar ocurría cuando nos portábamos mal en el recreo, pero, en vez de hacernos parar al lado de la pizarra, nos hacían colocar debajo de la campana.
Otra cosa que recuerdo es que me tomaban las tablas de multiplicar todos los días y que me hacían aprender a leer de corrido textos de un libro que se llamaba “Naranjito”, cuando aún casi ni siquiera sabía leer. Así que debía practicar la lectura (repetir y repetir los escritos una y otra vez en casa), para estar preparado para el otro día.
Claramente, mi educación primaria estuvo atravesada por un modelo tradicional, centrado en los efectos, bajo el paradigma conductista: como afirmé anteriormente, se nos exigía que aprendiéramos a partir de la memorización y, en caso de portarnos mal, se nos castigaba. Es preciso aclarar que ningún modelo en la práctica es puro y qué teníamos momentos donde desempeñábamos un rol más activo (en un momento, tuve una materia que se llamaba Ciencias Experimentales Básicas o algo similar)
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